Arranca con una idea atractiva y un reparto que actúa muy bien, pero se apoya demasiado en el glamour y en personajes “de manual”. Todo está lleno de gente perfecta: un médico joven y guapísimo, una madre estirada que vende arte caro y un padre millonario dueño de hoteles al que no se le ve mucha personalidad. Da la sensación de que han montado el grupo con piezas prefabricadas.
La gran excepción es Cherry, la chica trabajadora que entra en una familia con mucho dinero. Ella sí tiene chicha: podría ser la protagonista de un choque de clases interesante. La serie insinúa cosas como que se comporta distinto según con quién está, que a veces se siente que no encaja y que debe tomar decisiones difíciles… pero cuando su historia debería profundizar, se queda a medias.
Lo que mantiene el interés es la relación tensa entre Cherry y la madre (el personaje de Wright). Esa “pelea” que va creciendo es lo más divertido y lo que te anima a seguir. El problema es que muchos secundarios están ahí casi de adorno. Brigitte y su madre, por ejemplo, sirven para que la trama avance, pero apenas se les ve por dentro: no sabemos qué quieren ni qué sienten. Además, todo es tan bonito —casas espectaculares, paisajes, ropa— que a veces parece que eso es lo importante, más que la cabeza y el corazón de los personajes.
En resumen: es una serie cuidada y entretenida, pero demasiado “segura”. Si arriesgara más con personajes menos perfectos y más humanos, podría salir algo mucho mejor. Tal como está, es un escaparate muy bonito con destellos de la gran serie que le gustaría ser.
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