Claudia Cardinale es uno de los mitos del cine del siglo XX. Con su talento, elegancia y belleza sobresalientes, ha participado en algunas de las obras maestras del cine europeo de todos los tiempos. Su sonrisa y miradas son consideradas por muchos como las más hermosas jamás filmadas. Italiana y nacida en Túnez (en el protectorado francés), cuando vio que en el cine podía tener su oportunidad decidió adquirir formación en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma.
Inició su carrera en 1956 con pequeños papeles pero al poco tiempo, en 1958, logró triunfar a nivel internacional con Rufufú de Mario Monicelli, uno de los grandes títulos de la comedia italiana. Durante la década de los sesenta, Claudia Cardinale se consagró como una de las grandes del cine de su país y de toda Europa, con títulos como El bello Antonio de Mauro Bolognini, La chica con la maleta de Valerio Zurlini, Rocco y sus hermanos de Visconti (todas ellas de 1960), Ocho y medio (Federico Fellini, 1962), La chica del Bube (Luigi Comencini, 1963 - Premio de la crítica italiana a la Mejor Interpretación Femenina), El gatopardo (Luchino Visconti, 1963)...
También trabajó por un tiempo en Hollywood (La pantera rosa de Blake Edwards, El fabuloso mundo del circo de Henry Hathaway y No hagan olas de Alexander Mackendrick, entre otras) y en títulos memorables del western (Los profesionales de Richard Brooks y Hasta que llegó su hora/Érase una vez en el Oeste de Sergio Leone).
A partir de los años setenta, el número de sus interpretaciones desciende, pero no su talento: vuelve a colaborar con Bolognini en Libertad, amor mío, recibe de nuevo el Premio de la crítica italiana a la Mejor Interpretación de reparto por La piel de Liliana Cavani, interviene en Fitzcarraldo de Werner Herzog y logra el Premio a la Mejor Actriz de la Mostra de Venecia y el Nastro d’Argento a la Mejor Actriz del Sindicato Nacional Italiano de Periodistas de Cine por Claretta Petacci/ La amante de Mussolini de Pasquale Squitieri, por destacar algunos de sus trabajos.
En junio de 1992, Claudia recibe un homenaje de la Filmoteca Francesa y la obsequian con la Medalla de las Artes y las Letras. En 1999 es condecorada con los mismos galardones en Portugal y en Italia. En el año 2000, Claudia Cardinale es nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO (volcada en la defensa de los derechos de la mujer del Norte de África, los derechos del colectivo homosexual o la emancipación de la mujer en la sociedad europea).
En el año 2004, Claudia Cardinale es nombrada Comendadora del Orden y del Mérito Nacional Francés. En el Festival de Cine de Montreal en 1990 es premiada por toda su carrera cinematográfica, un premio que vuelve a repetirse en Venecia en 1993, en el año 2002 en el Festival de Berlín y más tarde en el Festival de Los Ángeles.