La Segunda Guerra Mundial fue una lucha, quizá la más considerable lucha colectiva que este país tuvo que llevar a cabo. Mientras otros hacían grandes sacrificios, el pueblo ruso por ejemplo, la determinación de construir un mundo mejor era aquí tan fuerte como en cualquier otro lugar. Creíamos que nunca más volveríamos a dejar que la pobreza, el desempleo o el ascenso del Fascismo desfiguraran nuestras vidas.
Habíamos ganado la guerra juntos, y juntos ganaríamos la paz. Si podíamos llevar a cabo campañas militares, ¿acaso no podríamos planear la construcción de casas, la creación de un servicio socio-sanitario y de transporte, y conseguir los bienes que necesitáramos para la reconstrucción?
La idea central era la propiedad común, donde la producción y los servicios beneficiarían a todos. Unos pocos no se enriquecerían a costa de los demás. Era una noble idea, popular y aclamada por la mayoría. Era el Espíritu de 1945. Quizá hoy sea el momento de recordarlo...
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