Crítica de Sicario: Tierra de Nadie

El canadiense Denis Villeneuve continúa en Sicario: Tierra de Nadie, una carrera dedicada a poner nervioso al espectador como pocos logran actualmente en el cine. Tras el thriller "Prisioneros" (2013) y la adaptación de la novela de José Saramago "Enemy" (2013), el director ha puesto su punto de mira en la guerra contra las drogas. Su punto de vista sobre el tema, sin embargo, se aproxima en cuanto al tono a "En tierra hostil" (2008) o "La Hora más oscura" (2011). No es que Villeneuve no villanice a los narcotraficantes... pero lo hace con sombras oscuras, ensuciando las botas en las operaciones especiales de la CIA y sin recurrir a subterfugios narrativos previsibles. En el guión de Taylor Sheridan, actor de la serie "Hijos de la Anarquía", la agente del FBI Kate Mercer (Emily Blunt) es invitada a unirse a dos especialistas del gobierno (Josh Brolin y Benicio Del Toro) en una arriesgada misión que cruza las fronteras entre los Estados Unidos y México para derrotar al líder de un cartel de la droga.

Sicario: Tierra de Nadie

Ambigüedad y moralidad son los intereses del director, que utiliza los contrastes en los planos de fotografía sombría del célebre Roger Deakins para desestabilizar al público. Las escenas aéreas sobre la frontera y la ciudad / campo de batalla de Juárez, en México, hacen parecer que Sicario sucede en un país extraño y exótico. Podría ser Irak, pero solo es la puerta trasera de Estados Unidos y una frágil cerca que lo separa (sin éxito) de la guerra exterior. Entre esos planos aéreos y distantes, entran en escena primeros planos con caras sudorosas en los automóviles del gobierno y dedos en el gatillo. En el asiento trasero, la agente del FBI confundida y tratando de entender su papel dentro de todo esto, actuando por instinto y buscando algún tipo de control entre el operativo creado para actuar en zonas de conflicto. A favor del suspense, el cineasta cuenta también con la música impecable de Jóhann Jóhannsson, que aparece y desaparece sin aviso y con una sonoridad mecánica embriagadora. No hay manipulación musical o alertas sonoras en el mundo de Sicario más allá de las que llegan susurradas por la radio de los agentes. Desde la secuencia inicial, con el ataque a una casa de condominio en Texas, se establece la tensión y no hay un momento de respiro. Ni siquiera cuando la trama se desvía hacia una subtrama prescindible sobre un policía corrupto en México. Villeneuve es extremadamente preciso en la creación de los mundos sombríos y emocionantes, pero es el reparto de la película el que realmente destaca. Benicio Del Toro tiene una presencia brutal, a veces siniestra, a veces apaciguadora, pero siempre imponente. Emily Blunt se despoja en esta ocasión de su sensualidad acompañando a unos soldados curtidos por el sol de Oriente Medio. Su personaje camina con la cabeza erguida por un mundo tan opresivo como agresivo e inmoral. La agente verá cómo sus certezas se derrumban sobre sí misma, mientras intenta aferrarse desesperadamente a sus ideales. Sicario se convierte así en una de las películas más intensas que se han rodado hasta la fecha sobre el narcotráfico, y convierte también a Villeneuve en uno de los grandes directores de la actualidad.

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