Crítica de Godzilla y Kong: El nuevo imperio

Cuando se trata de Godzilla y toda su mitología, existen tres núcleos principales que están presentes tanto en las películas japonesas como en las estadounidenses: mitología, familia y acción. En la historia de todas las adaptaciones cinematográficas del personaje, los proyectos japoneses siempre han tenido más éxito a la hora de trabajar mejor estos núcleos, interconectándolos siempre y logrando una experiencia muy fuerte en las escenas de combate, pero también emocionalmente. Largometrajes como 'Shin Godzilla' (2016) o 'Godzilla Minus One' (2023), esta última reciente ganadora a los Mejores Efectos Visuales en los Oscar, a pesar de costar decenas de veces menos que las películas de Hollywood, tienen un peso emocional e incluso estético muy superior a todo lo realizado por los estadounidenses en la última década.

En general, las películas de la franquicia producidas en Estados Unidos siempre tienden a caer significativamente en alguna de estas áreas antes mencionadas. 'Godzilla' (2014) tiene un enorme impacto estético y de relaciones entre los personajes, pero la acción es bastante problemática. En 'Godzilla: Rey de los monstruos' (2019) la acción y las relaciones familiares son poderosas, pero no hay mucha mitología que acabe explicada en parte solo por diálogos expositivos en escenas hechas precisamente para eso.

Este equilibrio sólo se encuentra en las producciones japonesas, ya se trate de las primeras películas de los años 50 como "Godzilla" (1954) o de las más recientes que ya he mencionado. Esto se debe en gran parte a la sensibilidad de los directores japoneses hacia el tema, especialmente en el contexto del Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un monstruo con poder nuclear aterrorizando, por ejemplo, a Tokio tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki es algo que tuvo un enorme impacto en aquella sociedad.

En 'Godzilla vs. Kong' (2021), el director Adam Wingard busca invertir más en la mitología, tanto en el lado del titán como en el de los humanos, aunque eso suponga pocas líneas de diálogo. Y esa diferencia es evidente. El desarrollo del personaje de Kong, incluso sin una sola palabra, aporta más a la experiencia que toda la acumulación de Jia, interpretada por Kaylee Hottle. Mientras Kong evoluciona en su papel y se redescubre a sí mismo dentro de la Tierra Hueca a través de una fotografía muy directa, filmándole siempre de frente y con primeros planos en momentos de combate y cambiando a planos generales en momentos de calma, para mostrar su soledad incluso en un mundo lleno de titanes, la evolución de Jia en busca de "descubrir su lugar" es puramente expositiva, con diálogos y narraciones todo el tiempo, además de que el montaje fuerza esa conexión entre ella y Kong, pero nunca funciona porque sólo estamos realmente conectados con el gigante de la Isla Calavera.

Dentro de esta idea de buscar más historia, hay momentos muy emblemáticos que aúnan tanto la historia de los titanes como la del mundo humano. Además de escenas de Godzilla en el mundo humano luchando en lugares como Roma y durmiendo en el Coliseo, en el primer encuentro entre Godzilla y Kong el campo de batalla no es otro que las pirámides de Egipto. Salvo en el clímax, no hay personajes humanos que interrumpan los combates, algo muy importante para una película que quiere "hablar menos y mostrar más".

Aparte de Jia, hay otros personajes humanos, pero pocos. Sólo tres principales: la Dra. Ilene Andrews (interpretada por Rebecca Hall), Bernie (interpretado por Brian Tyree Henry) y Trapper (interpretado por Dan Stevens). Lo más destacado es la relación cómica entre ellos, especialmente entre Bernie y Trapper, que acaban aportando algunos buenos momentos divertidos a lo largo de la película sin perturbar la experiencia. Como la primera mitad de la película se centra mucho en el mundo humano y en esos diálogos más expositivos sobre Jia y la comedia entre los demás personajes, la película tarda un poco en arrancar.

El propósito de la película sólo queda claro cuando hay una secuencia con Kong y un pequeño mono, conocido como Suko. Este sencillo desarrollo entre Kong y Suko, de nuevo sin una sola sílaba en pantalla, es más poderoso que toda la charla sobre Jia, su "destino" y el papel de Ilene Andrews como su madre. Las grandes fortalezas y debilidades de Wingard residen en estas dos perspectivas, ya que muestran lo que quería hacer con el proyecto (centrarse en la mitología de los titanes, las batallas) y lo que habría quitado si tuviera el cien por cien de la propiedad del proyecto (personajes como Jia podrían incluso existir, pero no habrían restado tanto a la experiencia como lo hicieron).

Al reducir el reparto humano y centrarse en un aire más contemplativo para la historia de los titanes, 'Godzilla y Kong: Un nuevo imperio' acaba cometiendo el mismo error que algunos de sus proyectos americanos predecesores, como en el desarrollo entre la familia (Ilene, Jia y su verdadero hogar), pero Wingard logra superarse en el uso cómico de los demás personajes y en su acercamiento a los titanes.

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