Crítica de Wicked: La magia (casi) intacta de Oz

Los musicales siempre han generado opiniones divididas. Algunos los aman por cómo transmiten emociones a través de canciones, mientras que otros los critican por alejarse del realismo que buscan en el cine. En este contexto, Wicked, la esperada adaptación cinematográfica del aclamado musical de Broadway, llega con un peso sobre sus hombros: satisfacer a los puristas de Oz y, al mismo tiempo, abrir una puerta al corazón del público general. ¿Lo consigue? En buena medida, sí, pero no sin ciertos tropiezos.

Jon M. Chu, conocido por su dominio en el espectáculo visual (En un barrio de Nueva York, Crazy Rich Asians), se enfrenta a un doble reto: honrar el material original y transformar la experiencia teatral en una épica cinematográfica. Desde los primeros compases de “No One Mourns the Wicked", queda claro que su objetivo es ambicioso. Elphaba y Glinda, magistralmente interpretadas por Cynthia Erivo y Ariana Grande, son el eje emocional y narrativo de la historia, y ambas actrices brillan, cada una a su manera.

Ariana Grande, en el papel de Glinda, sorprende. No solo aporta su icónica voz, sino que añade una vulnerabilidad a un personaje que, fácilmente, podría haber caído en la caricatura. Sus gestos estudiados y su transición de una superficialidad encantadora a una profundidad emocional conmueven, especialmente en los momentos más íntimos. Por su parte, Cynthia Erivo se alza como el alma de la película. Su interpretación de “Defying Gravity” es, como el título promete, un acto de desafío a cualquier expectativa. Erivo dota a Elphaba de una complejidad que trasciende el guion, haciendo de su ascenso, tanto físico como simbólico, un momento muy emotivo.

Sin embargo, no todo es perfecto en esta historia. Si bien la película respeta las melodías y el corazón del musical, su estructura de "primera parte" pesa sobre la narrativa. Los 160 minutos se sienten pesados en ciertos tramos, con un ritmo que se tambalea hacia la mitad antes de recuperar el aliento en la Ciudad Esmeralda. Además, el diseño visual, aunque rico en tonos y detalles, carece de la viveza y profundidad que el material exige. El exceso de filtros y efectos digitales resta impacto a lo que podría haber sido un festín visual, dejando escenas clave, como I’m Not That Girl, menos memorables de lo esperado.

A pesar de estos defectos, Wicked se sostiene como un homenaje digno al musical que lo inspira. Jon M. Chu logra, en los momentos más altos, capturar la magia de Oz y la complejidad de sus personajes. Puede que no sea una obra perfecta, pero sus virtudes son suficientes para enamorar a los fans del género y captar nuevos corazones. Y, como primera parte, deja claro que lo mejor —esperamos— está por venir.

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