Crítica de Damsel
Ambientada en una tierra medieval, Damsel (Damisela) sigue a la joven Elodie (Millie Bobby Brown), heredera de un reino inhóspito, que acepta casarse con un príncipe, creyendo que así salvaría el legado de su familia. Sin embargo, descubre que el matrimonio era, en realidad, una trampa que había puesto su vida en juego.
Existe una delgada línea entre las adaptaciones y las producciones originales de Netflix. Tanto los numerosos errores como los discretos aciertos se ven cada vez más en ambos contenidos, que ganan protagonismo por la fácil accesibilidad al público y el marketing bien elaborado que muchas veces garantiza el éxito de una determinada producción. Los signos de escasez y la reiterada adhesión a la ingenuidad no parecen ser obstáculos para que el streaming evite publicar cada mes una o más obras cuyos resultados técnicos y narrativos presentan problemas. Damsel, que es una producción original más de "más de lo mismo", a pesar de haber intentado esforzarse en ofrecer una originalidad digna de atención, es una nueva muestra del cúmulo de excesos simplistas de Netflix que, a diferencia de las adaptaciones más recientes, no llega a emocionar mínimamente.
Dotada de una premisa de cuento de hadas moderno debidamente amalgamada con la fábula, Damsel tuvo la desgracia de caer en manos de un guion acostumbrado a lo simple y que cree que sólo la buena idea propuesta por el guion era suficiente para convencer al público de su universo, que está tremendamente infrautilizado, y desarrollar su historia potencial. Escrito por Dan Mazeau (Ira de Titanes, Fast & Furious X), el guion de la nueva aventura de Netflix se queda en lo superficial y parece temeroso de navegar por sus interesantes posibilidades, dejando de lado a personajes, así como de resolver con rapidez situaciones de riesgo vividas por la protagonista Bobby Brown.
A partir del segundo acto de Damsel, la película abandona la idea de desarrollar la mínima y perezosa presentación de su universo, personajes e historia, para enfrascarse en un drama de supervivencia y, sorprendentemente, sin demora, acaba por paliar el inocuo desarrollo de la película y dotarla de buenas, aunque breves, secuencias de acción.
La dirección del cineasta español Juan Carlos Fresnadillo (28 semanas después) intenta dar un tono adecuado a la película, que mezcla fantasía, aventura, acción y drama de forma excesiva y sin demasiada inspiración. La dirección no falla y busca subvertir el guion de Manzeu, además de dirigir con maestría a Millie Bobby Brown, responsable en gran medida de sacar adelante la película.
La heroína de Millie Bobby Brown está escrita bajo clichés de empoderamiento que podrían ser la guinda del pastel sin sorpresas que depara el guion de Damsel. Sin embargo, el compromiso de la actriz le da a Elodie una personalidad más allá de la simplona que se proponía. Por otro lado, no hay mucho que extraer de otros grandes nombres del reparto, como Angela Bassett, Robin Wright y Ray Winstone, que quedan infrautilizados en personajes poco interesantes, sin ningún desarrollo ni carisma.
Con una producción de vestuario y una dirección de arte que valora los detalles y los colores limpios, sin audacia ni caracterizaciones que remitan a un universo peligroso y sugerente, Damsel al menos no sufre malos efectos visuales. Aunque el dragón aparece, durante la mayor parte del tiempo en pantalla, bajo sombras (hay un gran problema con sombras excesivas y secuencias que son demasiado oscuras para que el público las entienda), las secuencias de persecución entre la protagonista y la criatura cuentan con una buena producción digital. Desvelada poco a poco durante la trama, la presentación del antagonista principal es preciosa y, quizás, el único punto realmente intrigante del largometraje.
Sin presentar un fuerte mensaje de empoderamiento, además de utilizar recursos narrativos que ya han sido tratados varias veces en mejores producciones, Damsel tampoco tiene fuerza para destacarse como una fantasía innovadora, siendo una opción más de entretenimiento en el catálogo de Netflix.